Alguna vez nos hemos puesto a
reflexionar sobre ¿cuánto nos comunicamos en la familia?, y no sólo en función
de la cantidad, sino en también en función de la calidad de comunicación que
brindamos, especialmente a nuestros hijos. Con la evolución de los medios
tecnológicos y la globalización, podemos apreciar que el acceso a las
tecnologías de comunicación e información, cada vez hace mayor presencia en las
personas y por ende en la familia también las utilizamos. Sin duda podemos dar
argumentos a favor y en contra, lo que no podemos negar es que estos aparatos
ingresan a nuestras vidas necesariamente.
“Los medios tecnológicos nos han
acercado a nuestra familia que se encuentra lejos de nosotros; sin embargo, nos
han distanciado de las personas que están a nuestro alrededor”, pienso que este
es el argumento más fuerte en contra del uso de aparatos tecnológicos, como el
celular, para comunicarnos en familia. Las redes sociales han permitido tener
acceso a comunicación simultánea con personas que están a miles de kilómetros
de distancia, pero eso ha hecho que no nos ocupemos de las personas que están a
nuestro lado. Varios son los pasajes donde se aprecia familia sentadas en la
mesa a la hora del almuerzo, pero cada quien con su celular, dedica tiempo a
sus amigos en las redes sociales ignorando a los que están en la mesa.
Este problema tiene que ver con
la disciplina que inculcamos a nuestros hijos, y depende de los progenitores, regular
el uso de redes sociales, especialmente, a la hora donde comúnmente se reúne la
familia. Los aparatos tecnológicos deben tener un uso racional en las personas,
y como padres tenemos la responsabilidad disciplinar a los jóvenes sobre su
uso, y sobre el respeto que se merecen las personas que nos rodean, cuando
éstas merecen nuestra atención con mayor prioridad porque se encuentran más
próximos a nosotros.
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